Las Perseidas son mi aura.
Vienen a abrazarme cuando tú ya no
y a mi también se me ha olvidado.

He estado convenciéndome de que lo malo estaba en mí
y ahora recuerdo que lo del ying-yang no es una falacia
cuando aprendes a mirarte en un espejo.

He visto muros más duros que yo.
He roto muros más fuertes que yo.
Mi fortaleza es un personaje que trabaja a mi conveniencia
es la evidencia de que,
quizás nunca ocurra,
pero soy merecedora del Oscar
y no sé por qué,
me siento ganadora.

Las decisiones fuertes no son mi fuerte.
Tampoco quiero dispararle a los indios
quiero unirme a ellos
fumarme una pipa de la paz hasta ver el sol salir,
cuando la noche sólo acaba de empezar.

Después de todo, sigo sin saber cómo cultivar la paciencia
y por eso dejar de morderme las uñas me suena a tan lejano.
Como cuando tenía 15 años y pensaba que de mayor ya no me las mordería.
También creía que con 25 años tendría tres hijos e iría siempre en tacones.

Al final ya no tengo 25
ni tres hijos
y evito tacones.

Pero soy exactamente como me imaginaba que sería.
Las Perseidas son mi aura,
y yo el más puro polvo de estrella.